Descripción
Napoleón, herido en su orgullo tras el fracaso en su intento de tomar Zaragoza el verano de 1808, envío un impresionante ejército que, bajo el mando del mariscal Lannes, sometió a la ciudad a un Segundo Sitio en el invierno de 1808 – 1809. El sistema de defensa puesto en marcha por Sangenís, unido al valor y heroico comportamiento de los defensores, obligó a los franceses a atacar la ciudad como si de una plaza fuerte se tratara, con todos los sistemas bélicos disponibles en la época. Y ni aun así consiguieron, tras dos meses de asedio constante, brutales bombardeos, sangrientos combates y dura guerra de minas, conquistar Zaragoza… que sólo capituló extenuada por la devastadora epidemia de tifus, que causó más muertes que las armas, y el agotamiento de sus víveres y municiones.
“¿Zaragoza se rendirá? La muerte al que esto diga.
Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo; de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo abriráse vomitando llamas y, lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que ¡ZARAGOZA NO SE RINDE!”.
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