Descripción
En 1951 Calatayud perdía a un gran bilbilitano, Pablo Remacha establecía su residencia en Zaragoza. Él había regresado con renovada ilusión, no quería estar por más tiempo lejos de sus raíces, y soñaba con enseñar forja en su tierra natal, no dudaba en tener plaza como profesor en la Escuela Elemental de Trabajo.
Pero su sueño no se vio cumplido; el genial artista, cubierto de honores en otras tierras, veía como Calatayud le volvía la espalda, su madre se convertía en madrastra y dejaba que su hijo llenase, una vez más, su maleta de desengaños y se trasladara a Zaragoza, donde montaría su taller.
Pablo hace ya bastantes años que emprendió el definitivo viaje sin retorno, y no puede ver cómo sus paisanos quieren recuperar su figura, quieren rendir un merecido homenaje al artista y al gran ser humano que fue en vida.