Descripción
Detrás de “Ningún burro lee” hay una vasta labor de campo, cientos de horas de conversaciones, fábulas que han quedado entretejidas en el relato de muchas vidas, una ingente búsqueda de recuerdos, leyendas transmitidas de padres a hijos y de abuelos a nietos y un único objetivo: que la sabiduría popular no caiga en el olvido. La labor de mi querido amigo y compañero Alberto cobra importancia en este tiempo de globalización social. En este siglo XXI todo ha quedado mimetizado, se ha llegado a una similitud de las ciudades, una semejanza de vida, un mismo modo de vestir, comer y hablar, los clichés se reproducen simultáneamente en cualquier punto del planeta y todo ha dejado de ser único hasta llegar a la despersonalización. Los orígenes, costumbres, ritos, historias y leyendas de nuestros antepasados van a articular la diferenciación ante esta era de aplanamiento del mundo.
A través de la máquina del tiempo, las historias que nos trae “Ningún burro lee“ nos trasladan ya, tristemente, a un mundo imaginario en el que los animales entraban a formar parte de los núcleos familiares por exceso o por defecto, por cotidianidad o magia, por dependencia o exaltación, pero en cualquier caso siempre por necesidad. Este animalario, que nos hará sonreír y hasta reír y sobre todo nos asombrará, nos lleva a comprender una sociedad ingenua, ensoñadora, pícara, mordaz y sobretodo respetuosa con los protagonistas del libro. No hay plateros, rocinantes, anubis ni babiecas pero si animales que han desempeñado generosamente los roles de amigo fiel y compañeros de fatigas y que han entrado a formar parte de la impronta de cada pequeña comunidad.
La domesticación y rebeldía de los protagonistas y su convivencia con los antagonistas van unidas en esta red de relatos de los que con el paso de las generaciones ha quedado desdibujada la línea que separa lo real de lo imaginario. No se conoce con exactitud donde la verdad ha transmutado en fantasía pero el resultado no puede ser más encantador. Con estos mimbres, el libro constituye una amena lectura para adultos y una magnífica entrada al mundo de los sueños y de los sortilegios para los más pequeños. Para todos, un rico pedazo de las peculiares intrahistorias de nuestra tierra.
De la introducción de Montse-Carmen Morera.
Directora de Radio Nacional de España en Aragón.
Cuentan que en tiempos remotos a un perro se le cayó la tapia encima mientras se aliviaba, y que desde entonces todos levantan la pata como medida de protección. Antaño las llagas de la boca se curaban llevando colgada al cuello una lengua de gato metida en una bolseta. Presagio de mil infortunios es que se nos pose en la nariz una mosca, y mucho más un moscardón. En las lifaras de San Juan los caracoles eran parte fundamental porque se aseguraba que quien los comiera no pasaría apuros económicos a lo largo del año. El refranero no se equivoca al afirmar que más caga un buey que cien golondrinas. De todas estas cosas y de más se va a enterar el lector.
¿Será verdad que las ranas se ponen de acuerdo para croar todas a la vez a las horas en punto? ¿Los lobos bailan cuando escuchan el sonido de la gaita? ¿A qué sabían las tortillas de colas de cangrejos? ¿Es muy antigua la relación entre el mugido del toro y el trueno? ¿Resulta truco infalible hacerse el muerto para que no te ataque el oso? ¿Se curaba la sordera con boñiga de caballo? ¿Dejaban de sudar las manos de una bordadora cuando se paseaba entre ellas un rabo de lagartija? ¿Daban buen resultado los sombreros de piel de conejo? ¿Son capaces las cabras de barruntar las tormentas? ¿Hubo un burro cagador de monedetas de oro? ¿Fue capaz de aprender a escribir un pavo? A todos estos interrogante y otros muchos vamos a dar respuesta.
No se busque en este libro un tratado exhaustivo, es, ante todo, un divertimento. Ni más ni menos. Serio y riguroso, sin inventos ni improvisaciones, eso que quede claro. Por más sorprendente que parezca a veces lo que se reseña, siempre es fiel reflejo de lo que ha picado en nuestro anzuelo al sumergirlo en el acervo popular.
Mitos, leyendas y tradiciones que los aragoneses hemos asociado a los animales dan forma a la columna vertebral del comentario sobre cada bicho, escrito quede sin intención de ánimo despectivo. La ciencia encontrará, a veces, explicaciones a usos médicos o a rituales fabulosos; y, otras, el erudito dibujará una sonrisa en los labios. No ha sido nuestro objetivo hilvanar verdades indiscutibles a la luz de la razón y el sentido común, sino anotar -con cierta minuciosidad y afán de divulgación- lo que en tiempos pretéritos han tenido como verdades de puño nuestros abuelos y quienes los antecedieron.
Se ha escrito (Arnold Van Gennep, l914) que «en muchas ocasiones los animales son los encargados de recibir las señales divinas y transmitírselas al hombre, posiblemente por estar en ese grado de inocencia natural que abandonó el hombre en sus primeros tiempos».
Quizá sea aconsejable cierta dosis de coyuntural candor y pureza de ánimo para poder sopesar el contenido de este libro, acercándonos a la mentalidad con la que interpretaron el mundo quienes nos precedieron en él. Pero, si somos honestos, reconoceremos que la aportación legendaria de las generaciones actuales causará, al menos, la misma sensación de asombro a las venideras: en el inicio del siglo XXI el héroe ya no es el Hércules que recorrió desolado el Pirineo y que luchó contra las fieras del Moncayo; los dioses y personajes míticos de ahora quizá tengan mucho más que ver con las estrellas de cine, los futbolistas con contrato millonario, o los superpresentadores de televisión.
El disfrute y uso que pueda darse a esta gavilla de artículos será plural, dependiendo mucho de la intensidad de intenciones de cada lector. Todo es posible y todo nos parecerá bien. Ya lo dejó escrito el fraile aragonés Andrés Ferrer de Valdecebro en su «Gobierno general, moral, y político, hallado en las aves, mas generosas, y nobles, sacado de sus naturales virtudes, y propiedades» (1683): «Una misma flor pica la Abeja, y chupa la Araña, y aquella saca sabrosa, y dulce miel; y esta veneno letal. Yo ofrezco la flor, el veneno, o la miel, la sacaran los que chuparen Arañas, o los que picaren Abejas».
La primera redacción de estos comentarios fueron par a «Radio Nacional de España», que en su programación aragonesa de «Radio 5. Todo Noticias» -ejemplo donde los haya de servicio público- acogió.