Descripción
¿No contradice esa pretensión el celoso particularismo del pueblo judío? Este libro demuestra que no es así, pues en el interior del judaísmo coexisten dos leyes: una, la mosaica, es exclusiva de Israel; pero la otra, la noáquida, interesa a todos los hombres. Además, la dignidad de Israel es la de ser un pueblo-sacerdote al servicio de la difusión de la religión universal
¿Pueden los logros de la racionalidad científica moderna decretar la extinción de la religión? Este libro responde con una negativa rotunda. Sin desdeñar los éxitos de la Ilustración ni el valor permanente de la razón, este libro mantiene la exigencia de una revelación religiosa que, como matriz de cualquier valor o institución culturales, es imprescindible para el mantenimiento y avance de la civilización misma. También de la moderna. El cosmopolitismo de ésta trae a primer plano la necesidad de la religión universal.
Según esta obra, de los tres monoteísmos es el más antiguo, el judío, el llamado a dar cumplida respuesta a esa exigencia; cristianos y musulmanes, difundiendo sus credos respectivos, han fracasado en la tarea de convertirlos en religión universal, al tiempo que han transmitido una imagen desfigurada de su ancestro, la religión judía. Ha llegado el momento de defender su candidatura como religión universal.