Descripción
En 1125, la intransigencia del invasor almorávide había acabado con cuatro siglos de convivencia entre los pueblos de Al-Andalus. Cristianos y judíos debían convertirse o exiliarse. Alfonso I El Batallador de Aragón, organizó una cruzada a la capital del imperio almorávide, Granada. Embajadores mozárabes y judíos le habían deslumbrado con los fabulosos tesoros escondidos bajo el legendario Palacio real y barrio de la judería de Granada. Miles de mozárabes se levantarían en armas al ver llegar la cruzada de Hispania. La intención de El Batallador era establecer un principado cristiano -Cristiania-. La cruzada también la formaban caballeros francos que habían combatido en la toma de Jerusalén; al frente de todos ellos, Gastón de Bearn, primer Señor de Zaragoza. Acosaron los reinos musulmanes de Valencia, Játiva, Denia, Murcia y Almería; llegaron hasta Córdoba, Sevilla y Málaga. Ganaron batallas y escaramuzas. Este escenario histórico es el trasfondo de una trama en la que conspiran varios mozárabes compinchados con la Hueste de Hispania. Abrirán las cámaras del enorme tesoro del imperio; llegarán a tocar el poderoso tesoro del Templo de Salomón. La ambientación nos describe las primeras décadas del nacimiento de dos reinos: el musulmán de Granada y el cristiano de Zaragoza. Dos ciudades que se estaban formando social y urbanísticamente. Miles de mozárabes granadinos se exiliarán a tierras de Aragón y Navarra. En Zaragoza se encargarían del impulso de las artes y letras. También protagonizarán la construcción de su catedral al estilo románico y erigirán la Abadía de la Santa Capilla del Pilar.
Todo ello lo conocemos gracias a un cronista de excepción que lo vivió de cerca y dejó unas notas manuscritas. Esta referencia escrita apareció en 1988.