Descripción
“Busqué el tabaco y encendí un cigarro esperando simplemente que todo acabase, el pulso y la presión cardíaca se normalizaron y el nerviosismo dio paso a una calma, algo tensa, pero que disminuía, resignada, a medida que se consumía el cigarro. Me senté en la silla de nuevo y me fijé en el ventanal, igual de amplio que éste, de la casa de enfrente desde la que me saludaba ella.
Seguramente lo había presenciado todo, mi intento de huida, mis movimientos tensos, incluso hasta habría podido oler mi miedo. Ella no era normal y no había ya nada que pudiera sorprenderme de aquel especie de ente que desde hacía tiempo manejaba mi vida y la de tantas otras a su antojo, y allí estaba ella saludándome desde el ventanal de enfrente como si tal cosa, luego con un gesto me indicó que esperase a que llegase de nuevo. […]”
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