Descripción
Desde hace ya varios años venimos sosteniendo y reafirmando una obviedad. Esa obviedad es la pobreza de la violación más flagrante de los derechos humanos.
Nos parece imprescindible insistir con esta conceptualización, para evitar el riesgo anunciado por el refranero popular cuando advierte que “lo que por sabido calla, por callado se olvida”.
La legitima reiniciación de los derechos humanos, fortalecida en las últimas décadas, precisamente por la agudización de la brutal violación de los mismos por parte de las dictaduras militares, debe forzar la lucha por el conjunto de los derechos sociales, hoy tan vulnerables.
La lucha contra la pobreza (pero en serio, no como mera declamación política) debiera constituir la gran causa nacional. No podemos confiar solo en el hipotético conocimiento que provocaría, luego, el automático y benéfico “derrame”. La experiencia va confirmando que lo que resulta creciente e ininterrumpido es el “derrame de la pobreza”, que alcanza cada vez más personas y con mayor intensidad.
La sociedad tiende a olvidar o desestimar el profundo significado de violencia que entraña el padecimiento de pobreza cotidiana. La realidad de la pobreza, en sí misma es profundamente violatoria y violenta.
¿Es entonces, a comienzos de un nuevo siglo, un tiempo de derechos o un tiempo de violación de los derechos?
O más bien aparece como un tiempo complejo y contradictorio, de avance en el reconocimiento formal de los derechos, pero simultáneamente de desconocimiento e incumplimiento de esos mismos derechos declamados y aceptados como tales.
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