Descripción
En la actualidad, muchos países manifiestan signos, en ocasiones alarmantes, de un desasosiego familiar. Con frecuencia escuchamos a los demás hablar sobre la crisis y la desintegración de la familia, a tal grado que ya forman parte de nuestro lenguaje activo. Para muchas personas -sobre todo las de mayor edad- la familia “ya no es lo que era” y están convencidas de que el fenómeno de desintegración es relativamente reciente. Basta una simple mirada a los medios de comunicación de masas para percatarse de la existencia de muchos conflictos y dificultes en el seno de la familia: aumento sin precedentes en el número de divorcios; existencia de un buen número de niños maltratados; incremento en las cifras de jóvenes fármacodependientes; delitos y abusos sexuales entre parientes; hijos desadaptados; viejos abandonados; conflicto entre generaciones, etc.
Para cumplir bien sus funciones y responsabilidades, las familias deben poseer los recursos necesarios o deben poder recurrir a los de su parentela o a los de la sociedad. La misión de la familia será más fácil en la medida en que los vínculos entre sus miembros sean más sólidos y durables, si ella es apoyada por su red familiar y si la sociedad le ofrece servicios de apoyo.
Y es precisamente en este contexto del apoyo que la sociedad puede ofrecer a las familias en donde se sitúa la cuestión de una política social enfocada a la familia.
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